26 de marzo de 2008

Letras de armas tomar

Ahora que estoy leyendo "Vida y destino", de Vasili Grossman (por cierto, una novela estupenda), me ha dado por pensar en lo buena que es la guerra... como recurso literario.

La literatura retrata al hombre (esto puede sonar un poco reduccionista: lo es; por conveniencia no quiero empezar una discusión sobre los propósitos de la literatura ahora. Tal vez en otro post). Hay muchas actividades que nos muestran cómo es el hombre (y la mujer, "compañeros y compañeras"), y la guerra es otra más de ellas. El concepto de lucha no es inherente a la humanidad (basta ver algunos documentales de La2), pero está claro que nosotros hemos perfeccionado la "técnica".

Y es en la guerra, por sí misma una situación de crisis, donde se manifiestan todas las pasiones humanas. La supervivencia, el ansia de poder, el miedo, el valor, la desesperación, el amor, la generosidad. No hace falta plantar al protagonista con un arma en la primera frase de la historia. La batalla en segundo plano también funciona. Y los efectos de la guerra. Menudo caldo de cultivo para el escritor.

Que se lo digan a Tolstoi y su batalla de Austerlitz, y su entrada del ejército francés en Moscú. Al celebradísimo y benévolo Jonathan Littell del año pasado. A Hemingway, que no solo escribió sobre ella, sino que también participó, como George Orwell y Gerald Brennan. A Irene Némirovsky, que además murió durante la guerra antes de terminar su estupenda "Suite francesa", algo que no le pasó de milagro a Primo Levi, que también sufrió sus efectos hasta su muerte. A Joseph Heller y su visión cómica de lo terrible en "Trampa 22", Graham Greene con su americano tranquilo, y cómo olvidarme, por dios, de "La Ilíada".

Que se lo digan a todos los escritores patrios que se han tirado como buitres sobre el ya un poco (para mi gusto) manido tema de la Guerra Civil. Y a los que están por venir y hablarnos de la guerra de Afganistán, de Irak, de Darfur.

Aunque, si uno se pone derrotista como Philip Roth, igual nos da por pensar que todas estas guerras que están por venir acabarán en la pantalla de algún cine o videojuego, y los escritores se quedarán (nos quedaremos, sic) perpetrando Nocillas varias, u otras cremas dulces o saladas para untar en rebanadas de pan francés recién hecho y acompañar con zumo de frutas exóticas.

La paz empieza nunca, dicen.

18 de marzo de 2008

¿Cómo saber si una historia merece la pena...

... cuando estás empezando a escribirla?


Es lo que me llevo preguntando más o menos desde septiembre, cuando decidí tirarme a la piscina con una historia "larga" (a la que todavía no oso llamar novela, aunque en mi fuero interno es lo que espero que sea, con el tiempo y el sudor de mi frente).

Está claro que ningún éxito pasado garantiza el éxito presente. Que lo que hayas hecho, semejante, hace diez años, no implica que ahora, en este momento, seas capaz de volver a hacerlo. Que la mano se pierde, se oxida, y cuando intentas volver a ponerla en marcha durante más de veinte folios, se resiente y acabas con tendinitis y dolor de hombro.

Está claro que es difícil prenderse con algo y seguir, y avanzar todos los días (cuando dos días de cada tres tienes que volver atrás, y revisar, y cambiar, y arrugar papeles, y tirarlos al contenedor de reciclaje, y tirarte de los pelos, y procrastinar viendo vídeos en YouTube y luego sentirte culpable por no estar haciendo lo que deberías). Está claro que hay que supervitaminarse y mineralizarse para adquirir la confianza necesaria para no abandonarlo todo al primer contratiempo.

Está claro que hay que creer mucho en una misma y tener mucha fuerza de voluntad para buscar horas en las que trabajar cuando no se vive de esto. Está claro que esta no es una actividad para todo el mundo, y no está nada claro que, aunque una crea que es lo suyo, lo sea de veras.

Ni siquiera está claro que después de casi siete meses con ello siga mereciendo la pena. O que la haya merecido alguna vez. Aunque está claro que alguna clase de pálpito hay, o que esto es una huida hacia delante. Tal vez.

Entonces, ¿hay algo que esté claro? Quizá esa es la gracia del asunto, y el camino consiste en averiguarlo.

11 de marzo de 2008

Impresiones a salto de mata sobre Roberto Bolaño

Confieso no haber leído nunca a Roberto Bolaño... hasta ahora. Hasta hace poco tampoco tenía referencias de primera mano sobre sus obras (que me son muy útiles para discriminar en la mesa de novedades y demás), y la fama escandalosa que está adquiriendo allende los mares, como casi siempre, me tiraba un poco para atrás.


Pero hete aquí que me encuentro ahora mismito leyendo su libro de cuentos "Llamadas telefónicas", y me está gustando muchísimo. Aunque tengo que decir que no me lo imaginaba así. Tampoco sé exactamente cómo me lo imaginaba, pero esos cuentos tan metaliterarios sobre escritores y concursos me han encantado. Todavía no estoy ni a la mitad del libro, pero promete, y mucho. Ya me están entrando ganas de leer más de él.

Creo que pensaba que sería más fantástico. Me pregunto por qué.

6 de marzo de 2008

Adquisiciones

Viva la ausencia de término medio: o me doy largas o me tiro cual tiburón blanco a dieta sobre la mesa de novedades.

Hoy he comprado la parte dos de la dichosa Nocilla. No la voy a leer de inmediato, porque ando terminando otras cosas y tengo pendiente un par para este mes, pero es probable que, cuando la coja, la liquide de una sentada (si es fácil de leer como la primera parte).




Por cierto, he leído por ahí que es más de lo mismo. Solo que ahora supongo que le habrán pagado bastante más. Veremos en qué queda la cosa. ¿Seguirá generando el mismo entusiasmo entre los críticos sesudos ansiosos de novedades? Se admiten apuestas.