22 de diciembre de 2008

Bach puede salvar al mundo (ya lo sabía yo)

En la última película del pétreo Keanu Reeves (pétreo por su inexpresividad, con lo que este último papel le viene al dedillo) hay una escena en la que el extraterrestre ejecutor de la sentencia de muerte contra la Humanidad que interpreta está en casa de un premio Nobel (curioso: debe ser la primera vez que veo a John Cleese en un papel serio).

Los dos, Keanu y el premio Nobel, están en el estudio de este último mirando unas ecuaciones en una pizarra, y de fondo suena la música de las "Variaciones Goldberg" de Johann Sebastian Bach. Concretamente, el aria y la primera variación.

Keanu se queda mirando al altavoz y algo de expresividad, de emoción, se filtra a través de esa máscara que tiene por cara. Jennifer Connelly dice: "Es Bach", y Keanu contesta algo así como "Es muy bonito" (no recuerdo las palabras exactas).

Diríase que ese es justo el momento en el que Keanu (que parece también él un poco extraterrestre al andar, con ese traje de James Bond que no se le arruga ni una miajilla) decide que no va a exterminar a la Humanidad. Que solo por Bach merece la pena dejarnos vivir a a todos nosotros, panda de impresentables.

Qué bonito, me entran ganas de decir. Será porque halaga mis preferencias, pero ese detalle me gustó. Y eso que la versión de las "Variaciones" que sonaba no era LA versión de las "Variaciones" --por supuesto, me refiero a cualquiera de las dos versiones que grabó Glenn Gould, la de 1955 o la de 1981, distintas pero únicas en su especie.

Ya sabía yo que Bach tiene poderes. Volvamos a poner las "Variaciones Goldberg", a ver si de pronto se genera ante mí un saco lleno de billetes (ya que no me ha tocado ni el reintegro...) je je:





8 de diciembre de 2008

Proyectos



Hay que regar los proyectos. Cuidadosamente, como si se tratara de delicadas flores de invernadero, esas que cuando les da una corriente de aire se estremecen y te miran con ojitos lastimeros para que vuelvas a cerrar la puerta y enciendas la calefacción.

Hay que ser fiel al proyecto y no irse con la primera idea de la moleskine que te parece más atractiva que él, solo porque es nueva, porque la tienes menos vista que a ese pobre que te lo aguanta todo y al que tú también tienes que aguantarle lo suyo, porque la convivencia fácil, lo que se dice fácil, no es. 

Pero en el fondo, por mucho que despotriques del proyecto en los días con nubarrones, le quieres con locura, y por eso te has embarcado en esa relación de amor-odio que te sorbe el seso y te proporciona noches en vela en las que por mucho que te tapes la cabeza con la almohada, no deja de darte con su dedito en el hombro para advertirte que esa última idea que se te ocurrió mientras te lavabas los dientes es estupenda y deberías correr a apuntarla en la moleskine antes de que se te olvide y te pase como con aquella otra que te vino a la cabeza mientras ibais por la calle. Sí, esa que era tan buena que os costó una bronca de padre y muy señor mío y, a pesar de todo, has sido incapaz de recordarla.

Pero es mejor no apuntar nada en la moleskine, porque es tan tentadora como un calendario de bomberos nudistas, y el proyecto, que sabe lo débil que eres a veces, sobre todo cuando estás falta de sueño, se pone celoso y no quiere que te acerques a ella. A él debes consagrarle una libreta, una para él solo en la que viertas todo lo que se te pase por la cabeza, en la que compartas con él notas escritas con el primer bolígrafo que tenías a mano, post-it de colores mal pegados, tachones, hasta fotos y alguna que otra pegatina tonta que pusiste en la portada para acompañar a su nombre, porque a él le hacía ilusión y, para qué vas a engañarte, a ti también.

Quizá todo es tan emocionante y tan urgente porque tiene fecha de caducidad. Quizá por eso el proyecto a veces se pone tristón y llora un poquito, y no es porque no le hagas caso (si te pasas el día y la noche pensando en él, más de lo que nunca has pensado en Mr. Darcy y en Ewan McGregor juntos). No, a él le da pena que el tiempo pase, el montón de páginas aumente y se acerque inexorable el momento en el que pondrás el último punto y final, meterás las páginas en una carpeta y planearás unas vacaciones a algún resort en el Caribe para desintoxicarte de esa relación obsesiva que te ha esquilmado las meninges.

Pero a ti también te da pena esa sensación de destino, de lo que alguna vez acabará o se consumirá por sí solo, y le das cariñitos, y vuelves a ordenar los papeles y repasas con el lápiz el nombre en la libreta, porque el proyecto te necesita mucho, pero tú sabes que tú le necesitas aún más a él, aunque no se lo dices para que no se lo crea demasiado y se vuelva insoportable.

1 de diciembre de 2008

Conversación entre las ruinas, de Sylvia Plath


Hace nada más que un par de semanas que compré la edición de Bartleby de la poesía completa de Sylvia Plath, y ayer, después de leer los dos prólogos (el de Ted Hugues y el del traductor Xoán Abeleira) solo me dio tiempo a leer el primer poema, que es este:

Conversación entre las ruinas

Cruzando el pórtico de mi elegante casa, entras majestuoso,
Con tus salvajes furias, desordenando las guirnaldas de fruta
Y los fabulosos laúdes y pavones, rasgando la red
De todo el decoro que refrena el torbellino.
Ahora, el lujoso orden de los muros se ha desmoronado; los grajos graznan
Sobre la espantosa ruina; bajo la luz desoladora
De tu mirada tormentosa, la magia huye volando como una bruja
Acobardada, abandonando el castillo cuando los días reales amanecen.

Unos pilares resquebrajados enmarcan este paisaje de rocas;
Mientras tú te yergues heroico, con chaqueta y corbata, y yo permanezco
Sentada tranquilamente, con una túnica griega y un moño a lo Psique,
Enraizada en tu negra mirada, la obra se vuelve trágica:
Después de la plaga que ha asolado nuestra heredad,
¿Qué ceremonia de palabras puede enmendar todo este estrago?

And now for something (not) completely different... in English:

Conversation Among the Ruins

Through portico of my elegant house you stalk
With your wild furies, disturbing garlands of fruit
And the fabulous lutes and peacocks, rending the net
Of all decorum which holds the whirlwind back.
Now, rich order of walls is fallen; rooks croak
Above the appalling ruin; in bleak light
Of your stormy eye, magic takes flight
Like a daunted witch, quitting castle when real days break.

Fractured pillars frame prospects of rock;
While you stand heroic in coat and tie, I sit
Composed in Grecian tunic and psyche-knot,
Rooted to your black look, the play turned tragic:
Which such blight wrought on our bankrupt estate,
What ceremony of words can patch the havoc?

Y, después de leerlo en español, lo leí en inglés, y de nuevo en español dos veces, tres más en inglés, buscando tanto las diferencias como las exactitudes (yo soy lo más lejano a una traductora que hay, pero el penúltimo verso: "which such blight..." no me termina de convencer en español; aunque el sentido no se pierda, es tan distinto).

Cuanto más lo leía, más me parecía entrar en la atmósfera del poema, más me internaba en un universo que ni es el mío ni me pertenece, pero que puedo rozar con las yemas de los dedos a la vez que rozo la página. Cuanto más lo leía, más lo interiorizaba, pese a que soy tan lega en cuestiones poéticas que se me escapa casi todo el significado de las cosas.

Qué difícil es traducir la poesía. Qué fácil es perder las imágenes, qué casi imposible mantener la sonoridad y el ritmo. Cómo me gustaría conocer todos los idiomas del mundo para poder leer todos los poemas tal y como fueron concebidos.

Esta noche, otro poema.