8 de diciembre de 2008

Proyectos



Hay que regar los proyectos. Cuidadosamente, como si se tratara de delicadas flores de invernadero, esas que cuando les da una corriente de aire se estremecen y te miran con ojitos lastimeros para que vuelvas a cerrar la puerta y enciendas la calefacción.

Hay que ser fiel al proyecto y no irse con la primera idea de la moleskine que te parece más atractiva que él, solo porque es nueva, porque la tienes menos vista que a ese pobre que te lo aguanta todo y al que tú también tienes que aguantarle lo suyo, porque la convivencia fácil, lo que se dice fácil, no es. 

Pero en el fondo, por mucho que despotriques del proyecto en los días con nubarrones, le quieres con locura, y por eso te has embarcado en esa relación de amor-odio que te sorbe el seso y te proporciona noches en vela en las que por mucho que te tapes la cabeza con la almohada, no deja de darte con su dedito en el hombro para advertirte que esa última idea que se te ocurrió mientras te lavabas los dientes es estupenda y deberías correr a apuntarla en la moleskine antes de que se te olvide y te pase como con aquella otra que te vino a la cabeza mientras ibais por la calle. Sí, esa que era tan buena que os costó una bronca de padre y muy señor mío y, a pesar de todo, has sido incapaz de recordarla.

Pero es mejor no apuntar nada en la moleskine, porque es tan tentadora como un calendario de bomberos nudistas, y el proyecto, que sabe lo débil que eres a veces, sobre todo cuando estás falta de sueño, se pone celoso y no quiere que te acerques a ella. A él debes consagrarle una libreta, una para él solo en la que viertas todo lo que se te pase por la cabeza, en la que compartas con él notas escritas con el primer bolígrafo que tenías a mano, post-it de colores mal pegados, tachones, hasta fotos y alguna que otra pegatina tonta que pusiste en la portada para acompañar a su nombre, porque a él le hacía ilusión y, para qué vas a engañarte, a ti también.

Quizá todo es tan emocionante y tan urgente porque tiene fecha de caducidad. Quizá por eso el proyecto a veces se pone tristón y llora un poquito, y no es porque no le hagas caso (si te pasas el día y la noche pensando en él, más de lo que nunca has pensado en Mr. Darcy y en Ewan McGregor juntos). No, a él le da pena que el tiempo pase, el montón de páginas aumente y se acerque inexorable el momento en el que pondrás el último punto y final, meterás las páginas en una carpeta y planearás unas vacaciones a algún resort en el Caribe para desintoxicarte de esa relación obsesiva que te ha esquilmado las meninges.

Pero a ti también te da pena esa sensación de destino, de lo que alguna vez acabará o se consumirá por sí solo, y le das cariñitos, y vuelves a ordenar los papeles y repasas con el lápiz el nombre en la libreta, porque el proyecto te necesita mucho, pero tú sabes que tú le necesitas aún más a él, aunque no se lo dices para que no se lo crea demasiado y se vuelva insoportable.

9 comentarios:

Carlos Frontera dijo...

Todo esto me resulta de lo más familiar, Paula: proyectos que se detienen por la irrupción repentina de otro proyecto, no necesariamente mejor pero sí más nuevo; proyectos a los que nos negamos a poner el punto y final, bien por pena de desprendernos de ellos, bien por temor al resultado; proyectos que llenan cuadernos y que no acaban de tomar forma.

Anónimo dijo...

¿Te han entrado dudas?

No me lo creo. Se fuerte, que lo llevas encaminado.

Paula dijo...

Viajero, un favorito mío de muchos años era ese proyecto que no terminamos (ni casi empezamos) por temor al resultado (malo, claro). Ahora ando quitándome de encima esa telaraña, con lo pegajosa que es.

Paula dijo...

Dudas de seguir adelante, no. Dudas de cómo seguir, TODAS.

Hoy he sufrido un pequeño "ataque de ansiedad" por culpa del momento crítico al final del capítulo 4 en el que me he dado cuenta de que ya no podía seguir viviendo de las rentas: tenía que tirarme al vacío e inventar sobre la marcha, o pararme a pensar. He tenido que sentarme a tocar Bach un rato para que se me pasara, y luego he decidido que si no sé nadar, aprenderé tirándome a la piscina. Seguro que no me ahogo, no cubre tanto :D

Ar Lor dijo...

Ánimo. ¿Podrías aumentar un poco mas la resolución de la foto?

Paula dijo...

Hmm no, sorry :)
Hay algún post-it que es una lista de la compra, pero otros son información clasificada como alto secreto...

Manu Espada dijo...

Ánimo Paula, lo llevas muy bien, como dice Veraneante. Encontrarás el camino. El mío lo tengo también con síes u noes continuos, más que nada con esas dudas de ¿cómo sigo? O, creo que en lugar de un año me va a llevar dos, pero en el fondo es por la autoexigencia.

Paula dijo...

Manu, supongo que son las dudas normales de todo el que se mete en semejante fregado. Si no las tuviéramos, seríamos Robocops.

Lo de la autoexigencia tiene un peligro... sobre todo el pasarse, porque el que no llega se queda tan feliz, pero ponerse metas muy altas y estar mirando para arriba todo el tiempo, a ver si avistamos la perfección entre las nubes, conlleva el riesgo de que no acabes de mirar hacia delante, que es donde está la hoja en blanco y donde, al fin y al cabo, hay que hacer el trabajo sucio sin el que no tendremos galletita de premio.

Gaela dijo...

Sí, Paula, el peligro de buscar la perfección puede ser más paralizante que la propia condescendencia, pero creo que la solución es, bajo un mínimo asumible, seguir adelante, sábiendo que siempre habrá tiempo de volver a las páginas ya escritas, para corregir. Manu, los proyectos SIEMPRE llevan más tiempo del programado :)