17 de mayo de 2008

Mario Vargas Llosa y la novela


"Mientras me documento, desde luego, escribo. Y escribo siempre un primer borrador que es un magma, un puro caos. Lo hago muy rápido, sin parar, sin ponerme a pensar, y sobre todo sin corregir. Con la sensación de que todo lo que estoy escribiendo es una pura porquería. Pero no importa. Se trata de vencer la inseguridad, se trata de combatir esa especie de desánimo, de inhibición que siempre se apodera de mí cuando empiezo a escribir una novela. Ya sé que la única manera de vencerla, de superar ese obstáculo es escribiendo a vuelapluma, repitiendo las escenas, haciendo a veces dos, tres veces una misma escena desde perspectivas distintas, desde puntos de vista distintos, desde tiempos distintos, y sin detenerme. Sin detenerme a reflexionar y sobre todo a corregir.


Y trabajo así porque sé que cuando termine ese magma o mamotreto primero, entonces la inseguridad desaparecerá y empezaré realmente a gozar y a divertirme como un loco escribiendo la novela. Porque lo que de verdad me gusta a mí no es escribir sino rescribir. Rehacer, corregir, editar, cortar, añadir, descolocar los episodios. Ver cómo utilizando la forma, la estructura, el lenguaje, los puntos de vista, se puede dar profundidad o superficializar un episodio. Cómo se puede crear ambigüedad, misterio, cómo se pueden crear pistas falsas, que a veces juegan una función tan importante en el desarrollo de una historia. La técnica es desde luego fundamental, pero nunca, en mi caso, la técnica ha sido un fin en sí mismo. No, la técnica está siempre al servicio de la historia que quiero contar, y la función de la técnica es hacer esa historia lo más persuasiva posible.


Cuando tengo el borrador, allí creo que el trabajo es casi exclusivamente racional. Un trabajo en el que la lucidez es lo importante, a diferencia de lo que ocurre con el tema, en el que el pálpito, la intuición, el azar, pueden jugar un papel principalísimo. Sé que es difícil distinguir ambas cosas, que ambas cosas vienen íntimamente unidas, pero la materia, la anécdota, el tema, y la técnica en el proceso de la fabricación de una historia, sí están desunidas, y la función del novelista que quiere escribir una novela persuasiva es justamente fundirlas para que una desaparezca en la otra, de tal manera que la historia tenga una mayor presencia y verdad, esa verdad de la mentira que es la novela."


Mario Vargas Llosa, Escribir una novela.
Ciclo de conferencias "Poética y narrativa" de la Fundación Juan March.
Madrid, 25 de septiembre de 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es verdad, lo más divertido de escribir es precisamente reescribir, el "cortar y pegar" que nos permite hacer el procesador de textos, cambiar frases y párrafos de orden... jugar en definitiva, aunque sea un juego tan serio que a veces provoca acidez de estómago y dolor de cabeza.

De hecho a mí no me gusta nada escribir, hago cualquier cosa para no "ponerme a escribir"; pero cuando estoy tirado en el sofá y se me ocurre una frase-hilo (de esas que uno va tirando y van saliendo más cosas), ya no puedo dejar de darle vueltas, me convierto en una especie de autista maniático.

Saludos y adelante con tu novela!