7 de septiembre de 2008

Tercer asalto


Expiraba una tarde sumamente calurosa de comienzos de julio cuando un joven abandonó el cuartucho que alquilaba en el pasadizo S. y encaminó sus pasos, lentamente y como indeciso, hacia el puente K.

Había tenido la suerte de eludir el encuentro con su patrona en la escalera. Su cuchitril, que más parecía un armario que una habitación, se hallaba justo bajo el tejado de una casa de cinco plantas. El apartamento de su patrona, quien, además de alojamiento, le proporcionaba pupilaje completo, daba al rellano del piso inferior, de modo que nuestro joven había de pasar por fuerza, siempre que salía a la calle, por delante de la puerta de su cocina, habitualmente abierta de par en par. Y cada vez que esto sucedía, el joven experimentaba cierta vergonzante impresión de malestar y cobardía que le hacía torcer el gesto. Estaba muy entrampado con la patrona, y temía tropezarse con ella.

P.D.: Alguna vez tendría que hacer, como he visto por ahí, una lista de los libros que he intentado leer una y otra vez y con los que (aún) no he podido. Aunque solo sea por eso de la catarsis, preciosa palabra.

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