26 de mayo de 2008

Pequeños accidentes caseros, Berna Wang

Por fin me he hecho con este libro. Llevaba en mi cartera de "deseados" desde que leí uno de los poemas que lo integran, por ahí, ya ni recuerdo dónde, ni cuándo. Solo que fue hace mucho y que, periódicamente, me vuelve a la cabeza, una fijación de esas de las que no consigues desprenderte del todo.

El poema era este, que reproduzco aquí porque me parece maravilloso.

Pequeños accidentes caseros

Me hice un tajo en un dedo cuando cocinaba.
Luego me despellejé otro dedo al abrir una botella.
Hoy me he raspado la pierna con el pico de la mesita.
Así que me he puesto seria:
he reunido en asamblea a todos los objetos de mi casa
y les he dicho que ya sé
que me muero de la pena,
que tengo el corazón en carne viva,
que ya sé
que no soy más que una herida que sangra tristeza,
que hasta respirar me duele porque él no me ama
como le amo yo;
en fin: que no hace ninguna falta, les he dicho,
que me lo recuerden también ellos
cada día.

Berna Wang, Pequeños accidentes caseros
adamaRamada ediciones, 2004

20 de mayo de 2008

Sicilia, invierno

Tengo que confesar, sin ninguna vergüenza, que formo parte del club de fans de Ignacio Ferrando.

Supongo que la cosa empezó, allá por el verano de 2006, cuando, junto con otros compañeros, me apunté a un taller de "Creatividad y Literatura" en la Escuela de Escritores. El curso duraba un mes, tenía varios profesores y Nacho daba dos clases. Entonces a mí ya me sonaba su nombre como ganador de varios premios importantes, aunque casi todos los que estábamos en aquel curso éramos novatos en esto de los talleres y muchos nombres del mundillo del relato actual nos sonaban a chino.



La experiencia fue tan buena que varios de nosotros acabamos en el siguiente Curso de Relato que daba Nacho en la escuela y que empezaba en otoño. Puede decirse que ahí empezó nuestra pequeña secta.

Nacho ha sido más que un excelente profesor para nosotros (si alguno de los compañeros se pasa por aquí, podrá atestiguarlo). Ha sido otro compañero más, con el que hemos compartido lecturas, cañas y alguna que otra inocentada. Hemos brindado con champán por sus premios (y algunos de los nuestros, también), hemos engullido bombones mientras leíamos relatos con los dedos manchados de chocolate, nos hemos reído hasta no poder seguir leyendo, hemos compartido libros fantásticos y chismes, y casi dos años de mucho trabajo literario en el que todos hemos crecido como escritores (y creo que también como personas).

Ninguno dudábamos de que el nuevo libro de Nacho iba a ser excepcional, porque, la verdad, no recordamos haber leído nada suyo que no sea muy bueno (si lo hay, lo tiene muy, pero que muy bien escondido...).

He leído "Sicilia, invierno" a saltos en cinco trayectos de metro en los últimos dos días. Cada uno me daba para aproximadamente dos cuentos y algo, de los once que forman el libro, más el anexo con notas. Cuando el metro llegaba a su destino y tenía que cerrar el libro, me resistía. Quería seguir caminando con él en la mano, leer un párrafo más, empezar ese nuevo cuento que me aguardaba donde había dejado el marcapáginas, protegido por una hoja salpicada de ramas, y cuyo título anticipaba otro mundo en el que sumergirse, en el que jugar con las leyes de Mendel, con tubos de pintura o pasear por el Retiro a horas intempestivas.

Esta tarde he llegado a casa buscando las llaves en el bolso con una mano, porque con la otra sostenía el libro mientras terminaba de leer el apéndice de notas, pequeñas pinceladas que clarifican el proceso creativo de cada relato. Enseguida me han entrado ganas de escribir. Unas ganas mastodónticas, compulsivas, como las de una yonqui a la que le falta la dosis. La buena literatura hace eso para mí: me impulsa a crear, a intentar alcanzar los límites más altos posibles, a superar a Nacho (el maestro) en un alarde de osadía, inconsciencia, narcisismo o fiebre, yo qué sé.

Así que ahora solo estoy esperando a terminar este post un poco panegírico y otro poco envidioso (a medias sano, a medias en proceso de curación) para lanzarme sobre la hoja en blanco y dejarla hecha un asco a base de letras y signos de puntuación. Y mañana, recomendar el libro a todo el que me pregunte. Porque es estupendo, y eso no lo digo porque yo sea del club de fans de Ignacio Ferrando.

17 de mayo de 2008

Mario Vargas Llosa y la novela


"Mientras me documento, desde luego, escribo. Y escribo siempre un primer borrador que es un magma, un puro caos. Lo hago muy rápido, sin parar, sin ponerme a pensar, y sobre todo sin corregir. Con la sensación de que todo lo que estoy escribiendo es una pura porquería. Pero no importa. Se trata de vencer la inseguridad, se trata de combatir esa especie de desánimo, de inhibición que siempre se apodera de mí cuando empiezo a escribir una novela. Ya sé que la única manera de vencerla, de superar ese obstáculo es escribiendo a vuelapluma, repitiendo las escenas, haciendo a veces dos, tres veces una misma escena desde perspectivas distintas, desde puntos de vista distintos, desde tiempos distintos, y sin detenerme. Sin detenerme a reflexionar y sobre todo a corregir.


Y trabajo así porque sé que cuando termine ese magma o mamotreto primero, entonces la inseguridad desaparecerá y empezaré realmente a gozar y a divertirme como un loco escribiendo la novela. Porque lo que de verdad me gusta a mí no es escribir sino rescribir. Rehacer, corregir, editar, cortar, añadir, descolocar los episodios. Ver cómo utilizando la forma, la estructura, el lenguaje, los puntos de vista, se puede dar profundidad o superficializar un episodio. Cómo se puede crear ambigüedad, misterio, cómo se pueden crear pistas falsas, que a veces juegan una función tan importante en el desarrollo de una historia. La técnica es desde luego fundamental, pero nunca, en mi caso, la técnica ha sido un fin en sí mismo. No, la técnica está siempre al servicio de la historia que quiero contar, y la función de la técnica es hacer esa historia lo más persuasiva posible.


Cuando tengo el borrador, allí creo que el trabajo es casi exclusivamente racional. Un trabajo en el que la lucidez es lo importante, a diferencia de lo que ocurre con el tema, en el que el pálpito, la intuición, el azar, pueden jugar un papel principalísimo. Sé que es difícil distinguir ambas cosas, que ambas cosas vienen íntimamente unidas, pero la materia, la anécdota, el tema, y la técnica en el proceso de la fabricación de una historia, sí están desunidas, y la función del novelista que quiere escribir una novela persuasiva es justamente fundirlas para que una desaparezca en la otra, de tal manera que la historia tenga una mayor presencia y verdad, esa verdad de la mentira que es la novela."


Mario Vargas Llosa, Escribir una novela.
Ciclo de conferencias "Poética y narrativa" de la Fundación Juan March.
Madrid, 25 de septiembre de 2007

16 de mayo de 2008

Emocionante

Desafío a quien sea a que escuche este aria sin sentir una bola de emoción, consistente y perceptible, desde el velo del paladar hasta las puntas de los dedos de los pies.



Desafío a quien sea a que mire a los ojos de Pavarotti sin sentir ese estremecimiento del príncipe Calaf que jura que jamás nadie sabrá su nombre, salvo su amada Turandot, sobre cuyos labios lo dirá, al alba, cuando haya vencido y ella sea suya.