4 de diciembre de 2007

Cómo agotar el estilo, en diez fáciles lecciones

La primera novela de Chuck Palahiuk que leí fue "Nana", y la recuerdo muy bien porque, además de gustarme, fue hace relativamente poco: unos dos años y pico. Yo nunca había oído hablar de Chuck Palahniuk hasta esa fecha, así que leí la novela sin ningún prejuicio. Sabía (porque lo pone en la solapa interior y porque me lo habían dicho) que era el famoso tipo que había escrito "El club de lucha", pero no había visto la película ni tampoco había leído el libro. Para mí ni era famoso, ni debía prestarle más atención que a cualquier otro.

Pero la novela me gustó mucho. El argumento es original, está bien llevado, fluye fácilmente. Así que hice lo que suelo hacer cuando leo algo de un escritor al que no conocía y acaba por gustarme: leí otro par de novelas suyas. Primero el dichoso club de lucha y después "Diario". "Nana" siguió siendo la que más me gustaba, aunque el estilo de las otras dos era parecido: dinámico, bastante agresivo y muy masculino. A Palahniuk le gusta introducir elementos, digamos, escatológicos, con intención de provocar, de revolver las tripas del lector. Aunque eso empecé a deducirlo después de haber leído "Asfixia" y "Superviviente".

En ese momento, ya me rondaba una mosca detrás de la oreja. Tal vez me di una sobredosis de Chucky en demasiado poco tiempo, pero el caso es que el estilo me empezaba a saturar. Porque, aunque las tramas sean originales (tampoco hay que pasarse, pero son curiosas), sus recursos son siempre los mismos: sucesos escabrosos, sexo, lo escatológico, agresividad, testosterona, algo de humor (a veces forzado). Su forma de narrar (salvo en Nana, sigo pensando que es lo mejor que he leído suyo) también es siempre muy parecida: frases cortas, digresiones que pasan como un vídeo a doble velocidad, flashes, espasmos, diría incluso.

Todo esto, ¿a dónde podría conducirle si cada historia era un poco más, un paso más allá de la línea? Pues directo a estrellarse contra la pared y (homenajeando su estilo) destrozarse la cara contra los ladrillos hasta convertirla en una masa pulposa e informe. Ahora viene el título, sí: "Fantasmas".

Creo que terminé este libro de Chuck Palahniuk por pura fuerza de voluntad. Lo vendían como novela pero, sin embargo, no pasa de ser una colección de cuentos escabrosos (alguno verdaderamente desagradable) intercalado con poemas malos, pero malos, y una trama argumental cogida por los pelos para unirlo todo. Un horror --siento decirlo así de crudo.

Después de eso, me dije que no iba a volver a leer un libro de Palahniuk a no ser que alguien de fiar me asegurase que era bueno. Pero la carne es débil, y siempre he guardado un lugar en mi corazoncito para esos escritores que me han gustado mucho, aunque luego algún libro suyo me haya decepcionado (y, de hecho, el retorno al amor literario me ha funcionado alguna vez; por ejemplo, con Salman Rushdie). Así que hace cosa de un mes me dejé prestar "Rant" y empecé a leerlo. Con escepticismo, eso sí.

No pude pasar de la página 30. Empecé por no enterarme de cómo estaba estructurado. Pretende contar la historia de un tipo que ha causado la muerte de millones de personas, y lo hace a través de "entrevistas" con gente que le ha conocido o que ha tenido algún tipo de relación con él. Pero en mi opinión resulta demasiado confuso, como si quisiera hacerlo a propósito --con resultados contraproducentes, creo yo. Al llegar a la página 30, cuando parecía que empezaba a cogerle el tranquillo a la historia, Chucky me planteó una escena en la que dos niños olisqueaban ciertos elementos del contenido de una bolsa de basura --que omito aquí por delicadeza para con la concurrencia. Dije basta, cerré el libro y me fui corriendo al baño a vomitar (metafóricamente).

Creo que Chuck Palahniuk ha perdido el norte. O el oeste, o el este, o lo que quiera que fuese. Cada uno de sus libros ha ido un poco más allá, ha explotado un poco más el recurso de lo escabroso, pero está claro que todo tiene un límite. Hay un punto en el que deja de ser literatura y se convierte en guarrería. Ni siquiera lo llamaría "experimentación" (esa palabra tan de moda por ahí). Guarrería me parece el calificativo perfecto. A mí ya no me provoca, es tan excesivo que solo me causa aburrimiento por saturación. Como nos sucede a veces en la vida: cuando algo se convierte en costumbre, deja de escandalizarnos, deja de provocar una reacción en nosotros. Al menos, la reacción que nos producía antes.

Así que paso de Chucky. Por lo menos, hasta que alguien me jure y perjure que su enésimo libro es mucho mejor.

6 comentarios:

Jaime dijo...

Qué cab... el que te dejó el libro! seguro que se olía que iba a ser un truño de esos antológicos. ¿Agotamiento de un escritor que ha marcado a una generación? (¿Puede un escritor arcar a alguien hoy x hoy?) ¿Nos queda Foster Wallace? ¿Podremos seguir comprando libros por que su portada nos guste? Mas vale, porque le tengo echado el ojo a uno...

Paula dijo...

¿Tú crees de verdad que Chuck ha marcado a una generación? ¿No es ponerle demasiadas medallas? Sobre todo cuando, al parecer, su "maestro" literario Tom Spanbauer ya hacía lo mismo (tengo un libro suyo por ahí, pero todavía no lo he leído). Cierto es que Chuck ha tenido más éxito, pero no sé qué habría sido de él sin "El club de lucha".

Yo de Foster Wallace he leído solo "La niña del pelo raro", pero me pareció muchísimo mejor que cualquier cosa de Chuck. Sí, puede que nos quede Foster Wallace. Y Jonathan Safran Foer, y Jeffrey Eugenides, que no son tan escatológicos pero a mí me parece que lo hacen bien. Y los anglosajones "maduritos", como Martin Amis, Paul Auster, Ian McEwan, Philip Roth, Jonathan Franzen.
Vamos, diría yo que no nos va a faltar material. Eso solo en inglés.

PD: Yo compro libros por la portada... de vez en cuando. Si resulta que son malos, por lo menos quedan bonitos en la estantería.

lazaro dijo...

No te comas la cabeza con este escritor pues la reacción visceral que busca es la que tu tienes… es horripilantemente fantástico, asquerosamente vello… como una sociedad timada que le piden las cuentas por lo que hizo el vecino de tus padres… “me gustaría llenar de petróleo todas esas playas que nunca visitare” (así seré culpable de verdad. Con rabia) tengo que confesar que solo ley “el club de la lucha”. Prueba con “planeta champú” es más suave.

Paula dijo...

Sisi, lo que pasa es que tanta horripilancia y guarrería acaba por cansar y por no generar esa reacción "visceral" que él querría que tuviéramos. Al final, todo lo que es novedad se transforma en costumbre. Como las minifaldas, los bikinis, la comida japonesa, hasta los accidentes de coche y la violencia doméstica.

Manu Espada dijo...

Hace poco tuve una conversación sobre algo parecido con un amigo, me refiero al tema de la provocación. Hablábamos de las vanguardias, del arte moderno. Duchamp en su día tuvo sentido con "La Fuente", o aquel rollo de meter mierda en botes de conserva con el letrero "Mierda de artista". Pero hoy en día si voy a una exposición y veo un zurullo sobre fondo blanco o algo que se le parezca, me parecerá poco original, repetitivo, nada provocador, fácil, copia, y asqueroso, sin más.

Paula dijo...

Muy cierto, Manu. Cada vez es más difícil provocar al público. Parece que estuviéramos de vuelta de todo.

Los críticos, sin embargo, se empeñan y se empeñan en impostar voces llamándolas provocadoras... o innovadoras. Siempre vuelvo a la dichosa "Nocilla". Yo lo que me pregunto es: ¿estamos colocando la innovación o la provocación como valores por encima de la calidad artística (literaria o no)? Así nos va... (y no lo digo por los escritores que frecuentan este foro, eh).