Ahora que estoy leyendo "Vida y destino", de Vasili Grossman (por cierto, una novela estupenda), me ha dado por pensar en lo buena que es la guerra... como recurso literario.
La literatura retrata al hombre (esto puede sonar un poco reduccionista: lo es; por conveniencia no quiero empezar una discusión sobre los propósitos de la literatura ahora. Tal vez en otro post). Hay muchas actividades que nos muestran cómo es el hombre (y la mujer, "compañeros y compañeras"), y la guerra es otra más de ellas. El concepto de lucha no es inherente a la humanidad (basta ver algunos documentales de La2), pero está claro que nosotros hemos perfeccionado la "técnica".
Y es en la guerra, por sí misma una situación de crisis, donde se manifiestan todas las pasiones humanas. La supervivencia, el ansia de poder, el miedo, el valor, la desesperación, el amor, la generosidad. No hace falta plantar al protagonista con un arma en la primera frase de la historia. La batalla en segundo plano también funciona. Y los efectos de la guerra. Menudo caldo de cultivo para el escritor.
Que se lo digan a Tolstoi y su batalla de Austerlitz, y su entrada del ejército francés en Moscú. Al celebradísimo y benévolo Jonathan Littell del año pasado. A Hemingway, que no solo escribió sobre ella, sino que también participó, como George Orwell y Gerald Brennan. A Irene Némirovsky, que además murió durante la guerra antes de terminar su estupenda "Suite francesa", algo que no le pasó de milagro a Primo Levi, que también sufrió sus efectos hasta su muerte. A Joseph Heller y su visión cómica de lo terrible en "Trampa 22", Graham Greene con su americano tranquilo, y cómo olvidarme, por dios, de "La Ilíada".
Que se lo digan a todos los escritores patrios que se han tirado como buitres sobre el ya un poco (para mi gusto) manido tema de la Guerra Civil. Y a los que están por venir y hablarnos de la guerra de Afganistán, de Irak, de Darfur.
Aunque, si uno se pone derrotista como Philip Roth, igual nos da por pensar que todas estas guerras que están por venir acabarán en la pantalla de algún cine o videojuego, y los escritores se quedarán (nos quedaremos, sic) perpetrando Nocillas varias, u otras cremas dulces o saladas para untar en rebanadas de pan francés recién hecho y acompañar con zumo de frutas exóticas.
La paz empieza nunca, dicen.
La literatura retrata al hombre (esto puede sonar un poco reduccionista: lo es; por conveniencia no quiero empezar una discusión sobre los propósitos de la literatura ahora. Tal vez en otro post). Hay muchas actividades que nos muestran cómo es el hombre (y la mujer, "compañeros y compañeras"), y la guerra es otra más de ellas. El concepto de lucha no es inherente a la humanidad (basta ver algunos documentales de La2), pero está claro que nosotros hemos perfeccionado la "técnica".
Y es en la guerra, por sí misma una situación de crisis, donde se manifiestan todas las pasiones humanas. La supervivencia, el ansia de poder, el miedo, el valor, la desesperación, el amor, la generosidad. No hace falta plantar al protagonista con un arma en la primera frase de la historia. La batalla en segundo plano también funciona. Y los efectos de la guerra. Menudo caldo de cultivo para el escritor.
Que se lo digan a Tolstoi y su batalla de Austerlitz, y su entrada del ejército francés en Moscú. Al celebradísimo y benévolo Jonathan Littell del año pasado. A Hemingway, que no solo escribió sobre ella, sino que también participó, como George Orwell y Gerald Brennan. A Irene Némirovsky, que además murió durante la guerra antes de terminar su estupenda "Suite francesa", algo que no le pasó de milagro a Primo Levi, que también sufrió sus efectos hasta su muerte. A Joseph Heller y su visión cómica de lo terrible en "Trampa 22", Graham Greene con su americano tranquilo, y cómo olvidarme, por dios, de "La Ilíada".
Que se lo digan a todos los escritores patrios que se han tirado como buitres sobre el ya un poco (para mi gusto) manido tema de la Guerra Civil. Y a los que están por venir y hablarnos de la guerra de Afganistán, de Irak, de Darfur.
Aunque, si uno se pone derrotista como Philip Roth, igual nos da por pensar que todas estas guerras que están por venir acabarán en la pantalla de algún cine o videojuego, y los escritores se quedarán (nos quedaremos, sic) perpetrando Nocillas varias, u otras cremas dulces o saladas para untar en rebanadas de pan francés recién hecho y acompañar con zumo de frutas exóticas.
La paz empieza nunca, dicen.
3 comentarios:
Sin duda "Vida y destino" es una novela estupenda. Más que estupenda, incluso. La exposición de los personajes en las cien primeras páginas es demasiado confusa, aunque posiblemente esa confusión sea imprescindible para el mensaje de la novela.
Es verdad, a pesar del índice de personajes, me costó entrar en cada una de las historias al principio (ni siquiera era capaz de memorizar los nombres). Pero estoy de acuerdo contigo en la necesidad de la confusión. Tal vez si fuera una única historia lineal no transmitiría tan bien la sensación de caos de la guerra y sus consecuencias.
Hola! Aunque llego un poco tarde, añadiría a tu lista "Los cuatro jinetes del Apocalipsis" de Blasco Ibáñez. La leí hace cosa de un mes y sus descripciones sobre la brutalidad sin sentido de la guerra (no tanto la de quienes la hacen, como la del Monstruo descontrolado, en sí mismo), y de sus secuelas en las víctimas, me pusieron los pelos de punta...
Besos!
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